Anaximandra

Construyendo y deconstruyendo mundos en el caos de lo infinito

Exquisito cadáver de domingo

Soy yo, soy ella

Soy todas las dimensiones en que habito

Mujer que vaga en el instante

Hoy, opté por asumir mi sinsentido.

Transculturalizada, materializada, mediatizada

Mi espíritu naufraga en la vacuidad de un mundo en ruinas

Soy devenir de lo insondable, de amor, de lo divino.

Yo soy… mi propio sujeto de estudio

Observo mi alma disecada

Escudriño el valor de la conciencia

Mientras, claudica la ilusión de ser más que un ser humano

Mi lengua sangra con solo chistar

y cada pensamiento que por mi boca muere es un paso más distante de aquello que he de ser

Mi conciencia se remuerde al recordarse a su no-ser,

A su latencia,  a su desborde. A su ocenidad védica inundante.

Al cosmos que ruega por mi ayuda, al vacío que pide perdón y se resigna.

Al amor, al olvido que ceja ante inoportunos lapsus de lucidez.

¿Lucidez dije? Si es, apenas, ingenuidad conversa, misticismo flagelante y asesino.

Hoy digo “basta”, en unos minutos, “tal vez”, en una hora, quizás, “mañana”.

“Mi deber es trabajar para conseguir lo que yo deseo”

Estas palabras quedaron resonando en mi cabeza. Con el dolor que sufre el que sabe que todavía falta, con la tranquilidad de quién comprende que la ansiedad no es buena consejera.

La entrevista fue realizada a un actor hace unos meses como parte de un deber que resultó en una linda experiencia. A continuación dejó lo que resultó de esto:

Atento, muy atento. Las palabras que dedica Emilio a esta entrevista son  acompañadas por una mirada fija, penetrante, casi sin pestañear. Habla de sus comienzos, de los actores argentinos, del futuro de los venideros. El actor y director de teatro explica la forma de enseñar una disciplina tan difícil de transmitir como esta. Y todo ello desde el aprendizaje que le dio su “primer y mayor maestro”  que fue, como él asegura, la vida misma.

¿Cómo llegaste al teatro?

A través de una búsqueda intensiva. No del teatro, sino de hacer algo con mi vida. Ya tenía ya 24 años cuando empecé con el teatro, y hasta esa edad había probado de todo: guitarra, canto, dibujo publicitario, judo, kung-fu.

¿En ese momento tenías alguna otra carrera en mente?

No, ninguna. De hecho, mi primer día de clases fue ir a ver una obra de teatro que nunca había visto en mi vida. Jamás, no había ido al teatro nunca. Fui a ver “Fando y Lis” de un autor español, un arrabal, un absurdo. Preciosa… no entendí nada, pero me deslumbró. Me dije “no voy a hacer ninguna otra cosa” y dos meses después dejé el trabajo.

¿Cuáles fueron tus grandes maestros?

El primer y mayor maestro fue la vida. Después hubo gente que me guió maravillosamente bien. Uno de ellos fue Gustavo Bonnet. Después, si, tuve otros buenos docentes. Pero ese tipo me marcó. No porque me dijera cómo debía hacer para actuar, sino porque me transmitió la pasión que él tenía por el teatro.

¿Por qué el maestro fue la vida?

Porque con los años descubrí que yo siempre tuve el niño bien afuera, y para ser actor no tuviste que haber dejado de jugar. En mi infancia fue todo juego. Además, mi vieja era muy cuidadosa conmigo y no tenía muchos amigos porque no iba a la calle. Así que jugaba solo. Y todos mis personajes los creaba yo.

También digo que fue la vida porque yo me crié en un bodegón, un bar de borrachos y la mayoría de mis personajes son aquellos tipos a los cuales yo quise mucho, que era la gente que frecuentaba el boliche de mi padre.

Como profesor ¿qué intentás transmitirle a tus alumnos? ¿Qué buscás que se lleven?

La transmisión es un tema complejo. Lo que yo intento es que el alumno pueda sacar el artista que él tiene. A mí no me gusta esto que sucede en el arte que dicen “ah, este tiene la escuela de”. Cuando yo pienso esto de alguien hay algo que me dice “no sé hasta qué punto es artista”. El artista es absolutamente creativo, absolutamente personal. Entonces, el docente tiene que moldear esa piedra bruta, que es el alumno. Y cuando le sacás las asperezas a esa piedra bruta, la obra de arte ya estaba.

¿Qué hace un director en una escuela de teatro?

Básicamente, organiza planes de estudio, recuenta las clases de los docentes, se interioriza de lo que está sucediendo para ver si los planes se cumplen. Pero todo desde un lugar creativo. Un director debe saber y estar compenetrado con lo que el docente propone en la clase y, en todo caso, es un compañero que viene a guiar, sugerir y ayudar. Desde luego que tiene su parte administrativa, que es muy fea y no me gusta.

¿Cómo creés que se relaciona la vocación, el deseo y el deber?

Con respecto a (y esto es mi caso particular) cuando deseo algo trabajo para conseguirlo. Y hago eso, y ninguna otra cosa. Para mí, el deseo y la vocación van unidos, porque yo, en mi vida, no hice ninguna cosa que no quisiera hacer. Elegí. Por eso la búsqueda me duró tantos años, porque no encontraba qué. No  quería trabajar de lo que no me gustara. Porque mi vida es cortita. Es muy corta y pasa muy rápido. No quería que se me fuera de las manos. Entonces, pienso, si me va a durar tan poco esto, no voy a vivir lo que no quiera. Así que elegí mi profesión y me jugué entero por ella. Ese fue mi deseo y lo cumplí. Yo soy mi propio genio de la lámpara. Y, ojo, cualquiera lo puede hacer.

Por otra parte, el deber es conmigo, está antes. Mi deber es hacer lo que yo quiero hacer. Entonces, viene el deber, esta mi vocación por acá y mi deseo. Mi deber es trabajar para conseguir lo que yo deseo.

Esta relación entre estos tres elementos, en esta época ¿cómo la ves con los jóvenes?

Lo más cercano que tengo es la gente que viene a estudiar aquí. Pasa algo bastante difícil que es que los chicos vienen con otra velocidad. Los medios los han apabullado y son mucho más superficiales. Para comprender un texto, les cuesta mucho más. Hay problemas de educación. No leen, los tenés que forzar para que lean. Claro, en alguna época era la TV, pero ahora el ordenador te parte la cabeza. Además, ahora son todos adolescentes: a los 35, a los 40 años… no crecen nunca. Parece que no existieran sus responsabilidades y es mucho más difícil que comprendan las cosas. Se hace complejo pasarles algo. Por ejemplo, en el curso de 2º año, con Lorca. El planteo de una de las obras “Tragicomedia de don Cristóbal y doña Rosita” trata de una chica de 16 años que tiene un novio que se llama Cocoliche y que a los dos les encantaría estar toda la vida juntos.

Hay un juego en el que Rosita está desde la calle y Cocoliche, desde la ventana. Cuando el docente les plantea a los alumnos: “ustedes están escondiéndose porque no los tiene que ver el papá”, “ustedes tienen una pasión terrible”, “a ustedes se les hace difícil porque Cocoliche no tiene dinero” ellos no entienden qué les pasa. Cuando ven a la otra persona del otro lado, a la novia o el novio es como si en la vida no hubieran tenido pasiones. Entonces, ¿cómo les transmitís esto si no hay una vivencia personal?

Hay demasiada virtualidad…

Absolutamente. De eso hablo. Por eso es superficial. Porque les falta la carnadura y la pasión que tenía la gente, más en España del año 30, en Andalucía, que son de una pasión y un fuego que… se quieren violar allí. Todo era mucho más animal. No estoy diciendo que eso fuera mejor, lo que estoy diciendo es que estos chicos no tienen esa vivencia. Ahora, en la calle no es así. Por lo menos no con la mayoría.

¿No tienen pasiones?

Tendrán por una tortuga, que sé yo. Que si la pusieran en juego, para el teatro sirve igual. Por lo menos ¿querés algo? ¿Qué es lo que más quisiste en tu vida? ¿Una tortuga? Bueno, poné en juego lo expresivo y demostramelo.

Si tuvieras que identificar a los enemigos que tiene que vencer un actor a lo largo de su carrera ¿cuáles serían?

El mayor enemigo es no conocerse a sí mismo.

¿Lo logra vencer en algún momento?

No, uno nunca se termina de conocer. Porque para eso hay que hacer un trabajo especial que no sé si tiene que ver con el teatro. Pero por lo menos tiene que hacer un entrenamiento.

Argentina es un semillero de buenos actores pero somos muy vagos. Nosotros no nos tomamos 8 horas diarias para hacer un entrenamiento con el cuerpo, con la voz. Como mucho nos juntamos tres horitas para hacer un ensayo y, después, una vez que estrenemos haremos la función. Y cuando no, tomaremos un cursito pero cuando fui a mi casa me olvidé. Y la historia es que uno es como un concertista o un pintor: tiene que estar todo el tiempo trabajando para mejorarse.

¿Quiere decir que hay mucho talento pero a veces poca abnegación?

Sí. Lo que pasa es que el talento dura un ratito. Los humores de uno cambian constantemente, y si tu humor varía y vos no tenés una técnica, es muy probable que en algún momento no te salga el personaje, por más que tengas talento. Tenés que tener algo de donde agarrarte como apoyo.

El teatro entonces requiere mucha disciplina ¿cómo la trabajás con los alumnos?

El docente intenta imprimir una disciplina de trabajo, pero no hay una fórmula mágica. La disciplina aparece cuando vos interesás al alumno sobre lo que está haciendo, pero aparece sola, no es impuesta. Igual, yo lo llamaría lo llamaría concentración. Cuando hay concentración (antes tuvo que haber habido equilibrio, armonía), hay un orden. Y si hay un orden, la disciplina va por descarte.

«La Senda Perfecta»

La Perfecta Senda no conoce dificultades,

salvo en que rehúsa tener preferencias.

Sólo cuando está libre de odio y amor

revélase plenamente y sin disfraz.

 

La diferencia de un décimo de pulgada,

y cielo y tierra están aparte.

Si deseas verla ante tus ojos,

no tengas pensamientos fijos a favor ni en contra.

 

Alzar lo que place contra lo que desplace;

he aquí una enfermedad del espíritu.

Cuando no se comprende el hondo sentido de la Senda,

túrbase sin provecho la paz del espíritu…

No persigas los lazos de fuera,

no mores en el vacío interior;

permanece sereno en la unidad de las cosas, y el dualismo se desvanecerá por sí solo.

 

Cuando, deteniendo la moción, te esfuerzas por ganar la quietud,

la así ganada quietud se halla en movimiento perpetuo.

Mientras te demores en tal dualismo

¿cómo puedes advertir la unidad?

 

Y cuando la unidad no es totalmente asida,

la pérdida sufrida es de dos modos:

la negación de la realidad exterior es su afirmación

y la afirmación del Vacío (lo Absoluto) es su negación…

 

Las transformaciones que ocurren en el vacuo mundo que nos enfrenta

parecen ser reales a causa de la Ignorancia.

No te esfuerces en perseguir la Verdad,

cesa sólo de acariciar opiniones.

 

Los dos existen a causa del Uno;

pero ni aun a este Uno te adhieras.

Cuando el espíritu no está turbado,

las diez mil cosas no ofenden…

 

Si los ojos no se duermen nunca,

de por sí cesan todos los sueños;

si la Mente retiene su absoluto,

las diez mil cosas son de una substancia.

 

Cuando el hondo misterio de una Talidad se sondea,

repentinamente olvidamos los lazos externos;

cuando las diez mil cosas se miran en su unidad, volvemos al origen y quedamos donde siempre estuvimos…

Uno en todos,

todos en Uno…

Con sólo advertir esto,

¡terminó toda preocupación sobre el no ser perfecto!

 

Cuando el Espíritu y cada creyente no están divididos,

e indivisos con cada espíritu creyente y el Espíritu, entonces fallan las palabras,

pues no es cosa del pasado, presente ni futuro.

El Tercer Patriarca del Zen

Despertarse

Es tarde y no tengo sueño. Tengo un sueño de insomnio, que equivale a no tenerlo. Lo busco encontrando y no lo veo. Hay veces que sueño sueños ajenos, que son tan prestados que los devuelvo. Hay sueños robados y sueños impuestos que olvidan su amo y traicionan su reino.

Es insomnio cuando soñamos lo que no es soñado, es vigilia que deviene en el dormir desvelado. En tal caso, lo importante es soñar en un nuevo sueño que bien puede ser el sueño del despertarse. Sería bueno, mas temo qué soñaré luego de despertarme. ¿O acaso pudiera yo despertarme en lo que sueño? En ese caso ese sueño no sería más que otro entre muchos otros sueños. Pero si yo despertase en un sueño que no es ese sueño, sería otro sueño; el sueño del despertarse. Y si soñara en despertarme ¿tendría que despertarme? Despierta ¿soñaría que duermo, o dormiría en un sueño? ¿Soñaría? ¿Dormiría? ¿Viviría? O tal vez viviría en un sueño. Pero si el sueño que vivo es un sueño, estaría despierta durmiendo.

Dormir no es lo mismo que soñar, y soñar no es lo mismo que vivir, y si la suma del todo no es lo mismo que las partes, dormir soñando no es vivir durmiendo. Pero tal  vez soñar sea parecido a vivir, aunque no es igual a despertarse. Y si al que madruga Dios lo ayuda yo le replico que no por mucho madrugar se amanece más temprano. Dormir lo justo, respetar los sueños y aprender a despertarse es la clave para vivir.

Primer post develado

Y desvelado también.

En este primer posteo comparto un cuento que lleva ya algunos años guardado en el baúl de los recuerdos. Producción propia, relectura de historias conocidas.

Veremos que sale de todo esto…

 

«El insomnio de Aurora»

En ocasiones Dios juega a ser un niño travieso, a cambiar los finales de los cuentos, se entretiene mezclado páginas de libros que ya fueron escritos. Así, torciendo relatos, delineando devenires, la vida se nos presenta  como un nuevo juego de ingenio, que podemos tomar y una vez hecho debemos resolver. De esta manera he encontrado mi acertijo: ¿Qué clase de sueño era aquel en el que no podría dormir? Una bruja decretó la muerte junto a mi cuna, mas otra ciertamente me maldijo cuando creyó ser mi redentora. Sin embargo, ese mundo de verdades maniqueas donde había crecido se desdibujó gracias al inexorable recorrido que trazó mi destino.

Cien años he estado vagando por los mismos corredores, visitando las mismas salas y durante cien años me he sumergido en un profundo sueño que es mi solitaria realidad.

Los cuerpos de animales, sirvientes y soldados me acompañan, siendo ellos los que yacen en las tinieblas que rigen el ensueño. A veces, en mis paseos por el castillo, juego a ver a través de los yelmos, a adivinar qué cara se esconde tras ellos; a veces encuentro hombres con barba, robustos y de magnos ojos, otras, sorprendo a pueriles rostros con una adultez incipiente. Sin embargo, a pesar de la diversidad de caracteres que observo en ellos, son sólo eso. Si hay algo que verdaderamente nos diferencia unos de otros es la forma en que miramos. La mirada de los caballeros se halla vacía, exangüe; todos ellos son retratos inertes de una vida que se desvaneció. Me contaron que un día estos cuerpos resucitarán. Me estremece pensar que en algún momento se erguirán sobre sus pies, abrirán los ojos por sí mismos y mostrarán, finalmente, una expresión, y en ella, hablará por segunda vez su alma, olvidada en los confines del tiempo.

Por momentos, dominada por la monotonía, atino a dormitar, no sé si lo logro ni por cuánto tiempo; de hecho, el tiempo se me ha vuelto un término algo irrisorio. Otras veces, mi mente parece estar cabalgando a miles de kilómetros sobre un animal salvaje a toda velocidad.

Urgida por la necesidad de ocupar el tiempo y no olvidar el mundo que existe del otro lado de estos muros he buscado en mis recuerdos, bosquejando así una recapitulación de lo que fui. He hecho increíbles esfuerzos por recordar cada una de las cosas que constituyen la vida y de retenerlas en mi memoria. En algún momento, imaginé que la cárcel, que es este castillo y mi mente, atormentaría hasta la locura  mi buen juicio. La vigilia puede ser todavía más peligrosa que los sueños, sobre todo cuando nos invita maliciosamente a un profundo cavilar.

Entre abismos, pensé que me perdería. Pero así como nuestro cuerpo, que después de una extenuante jornada de quehaceres necesita descansar, mi mente se detuvo. O quizás no, sería difícil definirlo mediante palabras. Pues bien, lo cierto es que, les aseguro, lo que tuvo lugar a continuación concernía más bien a la voluntad de una fuerza externa, y no de mi imaginación.

La sustancia que hace la solidez de nuestros cuerpos se desvaneció, convirtiéndome en algo parecido al viento o al agua. Viajé hacia mundos más allá de los límites del horizonte. Conocí otras gentes y me integré a ellos en una suerte de fantasma que comprendía todo. En un momento dado miré a las estrellas y sin darme cuenta ya estaba con ellas. Me contaron secretos inconfesables, me mostraron la forma de la tierra y de la oscuridad que nos rodea en las noches. Bajé hasta el infierno que sostiene nuestros pies y me abrigué en él. Me bañé en el manantial donde nacen todos los mares y entonces me vi nuevamente en el castillo.

Me envolvió primero una sensación de sosiego. Luego la apatía. Inmediatamente, un fuego se encendió en mi vientre y se esparció hasta mis extremidades. Me consumí en él. Desperté, por llamar de alguna forma a esa sensación tan semejante, donde se apropia uno de su alma, y lloré. Lloré desapasionadamente durante un largo rato. Cuando me repuse, una involuntaria sonrisa surgió. No tengo palabras para explicar lo que me sucedió, creo que bastará decirle a la gente que tuve un hermoso sueño.

 

Un esbelto y fornido caballero vino a buscarla. Se realizó un gran banquete en honor a la joven princesa encantada cuando regresó al palacio y en pocos días la pareja se casó. El flamante matrimonio vivió feliz, en fin, se adoraban. Sólo había algo en la bella que al príncipe le inquietaba, como una fuerza que le nimbaba y la convertía en un ser tan amoroso como inaccesible; había algo, más particularmente en su mirar que no correspondía a una doncella, sino más bien, aunque tal vez exageraba, pertenecía al orden divino.

Navegador de artículos